OTOÑO Y EL CELO DE
LOS UNGULADOS
Dicen nuestros
mayores: “Con las primeras
lluvias de Septiembre se despierta el celo de los ciervos”, no cabe duda que
estas precipitaciones anuncian un cambio de estación, dejamos el verano y recibimos
el otoño.
Este cambio significativo de temperaturas, de lluvias,
desencadena entre nuestros mamíferos herbívoros cambios hormonales muy
importantes. Comienzan las contiendas, comienzan las peleas, comienzan las
demostraciones, llega la “berrea” del ciervo (Cervus elaphus), a la que le acompaña la “ronca” del gamo (Dama dama), en definitiva el celo de los dos
ungulados más grandes de nuestro país.
Si nos asomamos a nuestros bosque en esta época podremos
sentir, podremos oír, e incluso disfrutar de este gran momento para estas dos
especies. Haciendo corros los contendientes se retan entre ellos para demostrar
nada más que su fuerza, no pretenden nada mas, eso si, a veces los perdedores
salen mal parados y quedan heridos, es lo que se tiene que evitar para poder
ser el ejemplar que padreara con el harén de hembras, “pepas”, como las llaman en algunas partes
de nuestra península. Estas sesiones duran varios días, hasta que se establecen
los harenes con el macho reproductor y hasta una decena de hembras,
conquistadas una a una por el anfitrión que gano la contienda.
Esta sea quizás la única época al año en la que se reúnen
machos, hembras y jóvenes en un mismo territorio, cada uno con su papel,
todos quieren ser participes de este
gran momento, las hembras por elegir a su consorte, los machos adultos por
demostrar lo que son, y los jóvenes para aprender del más sabio.
En breve y después del celo de los grandes empieza el celo
de las cabras monteses, los rebaños de hembras con los jóvenes del año anterior
bajan en altura buscando los pastos frescos y los retoños de lo brotado con las
lluvias para empezar a ser cortejadas por los grandes machos monteses, a mas
negro más edad, a mas edad más experiencia, a más experiencia más posibilidad
de formar harén. Los enfrentamientos entre cabras son “sonados”, levantándose
de manos y estrellando su testud contra la de su contrario provocan un sonido
seco y estruendoso que resuena en toda la sierra. Ellos a diferencia de los
grandes ungulados, después de demostrar su fuerza deben conquistar una por una
a sus hembras, desarrollando un curioso cortejo a base de “posturas” a cual más graciosa , adoptan lo que se denomina en
la jerga la “postura del payaso”,
arrugando el labio superior y sacando la lengua, en tono de burla simulado, emitiendo un
silbido característico que a veces nos hace recordar a los que emiten los
hombres cuando ven a una mujer guapa.
¡Ya lo han conseguido!, los machos han dejado su semilla,
ellos vuelven a su vida solitaria, y ellas continúan en rebaño gestando la
progenie que verá la luz con la llegada del buen tiempo y las buenas viandas,
la mejor época del año para criar a un retoño, la primavera.
Mientras los corzos tiran sus cuernas para desarrollar las
nuevas que les permitirán en el siguiente celo demostrar su fuerza, pero eso ya
para la primavera siguiente, ellos van al revés……..
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