martes, 25 de octubre de 2016

OTOÑO Y EL CELO DE LOS UNGULADOS



OTOÑO Y EL CELO DE LOS UNGULADOS
Dicen nuestros  mayores:  “Con las primeras lluvias de Septiembre se despierta el celo de los ciervos”, no cabe duda que estas precipitaciones anuncian un cambio de estación, dejamos el verano y recibimos el otoño.

Este cambio significativo de temperaturas, de lluvias, desencadena entre nuestros mamíferos herbívoros cambios hormonales muy importantes. Comienzan las contiendas, comienzan las peleas, comienzan las demostraciones, llega la “berrea” del ciervo (Cervus elaphus), a la que le acompaña la “ronca” del gamo (Dama dama), en definitiva el celo de los dos ungulados más grandes de nuestro país.


Si nos asomamos a nuestros bosque en esta época podremos sentir, podremos oír, e incluso disfrutar de este gran momento para estas dos especies. Haciendo corros los contendientes se retan entre ellos para demostrar nada más que su fuerza, no pretenden nada mas, eso si, a veces los perdedores salen mal parados y quedan heridos, es lo que se tiene que evitar para poder ser el ejemplar que padreara con el harén de  hembras, “pepas”, como las llaman en algunas partes de nuestra península. Estas sesiones duran varios días, hasta que se establecen los harenes con el macho reproductor y hasta una decena de hembras, conquistadas una a una por el anfitrión que gano la contienda. 

Lo mismo le ocurre a los gamos, desarrollan más o menos el mismo procedimiento, pero ellos en vez de berrear, roncan, a pesar de compartir  territorio con los ciervos, prefieren elegir un terreno distante para dilucidar sus diferencias, aunque el enfrentamiento entre los machos de gamos se realiza con sus palas en vez de las puntas de la cuerna del ciervo.


Esta sea quizás la única época al año en la que se reúnen machos, hembras y jóvenes en un mismo territorio, cada uno con su papel, todos  quieren ser participes de este gran momento, las hembras por elegir a su consorte, los machos adultos por demostrar lo que son, y los jóvenes para aprender del más sabio.

En breve y después del celo de los grandes empieza el celo de las cabras monteses, los rebaños de hembras con los jóvenes del año anterior bajan en altura buscando los pastos frescos y los retoños de lo brotado con las lluvias para empezar a ser cortejadas por los grandes machos monteses, a mas negro más edad, a mas edad más experiencia, a más experiencia más posibilidad de formar harén. Los enfrentamientos entre cabras son “sonados”, levantándose de manos y estrellando su testud contra la de su contrario provocan un sonido seco y estruendoso que resuena en toda la sierra. Ellos a diferencia de los grandes ungulados, después de demostrar su fuerza deben conquistar una por una a sus hembras, desarrollando un curioso cortejo a base de “posturas” a cual  más graciosa , adoptan lo que se denomina en la jerga la  “postura del payaso”, arrugando el labio superior y sacando la lengua,  en tono de burla simulado, emitiendo un silbido característico que a veces nos hace recordar a los que emiten los hombres cuando ven a una mujer  guapa.

¡Ya lo han conseguido!, los machos han dejado su semilla, ellos vuelven a su vida solitaria, y ellas continúan en rebaño gestando la progenie que verá la luz con la llegada del buen tiempo y las buenas viandas, la mejor época del año para criar a un retoño, la primavera.

Mientras los corzos tiran sus cuernas para desarrollar las nuevas que les permitirán en el siguiente celo demostrar su fuerza, pero eso ya para la primavera siguiente, ellos van al revés……..


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